Cómo explicarte que desde el primer instante en que te vi, mi corazón sucumbió ante tu presencia y no fui más dueña de mí misma, pues mi ser quedó atrapado en la cárcel de tus ojos y me condené a voluntad propia de ser prisionera de tu mirada, ésa mística mirada de vivaz transparencia, descomunal simpatía y exorbitante ternura.
Tu me enseñaste a poner luz en mi camino, por ti empecé a creer en que es posible ser feliz, que solo es cuestión de desearlo con el corazón y sentirlo con el alma, que no es necesario buscar, sino que tienes que hacerlo. Por ti conocí la belleza de la vida, el poder del amor, la fuerza de la valentía para poder llegar a la felicidad.
Contigo aprendí a valorar la importancia de cada cosa, que no es necesario decir que todo es bello, que tenemos que saber que todo tiene su propia belleza y que ello sirve para la felicidad de cada uno de nosotros y que si ello no existiera, nosotros no seríamos lo que hoy somos.
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