sábado, 18 de septiembre de 2010

Dejame que te ayude.

Caminando encontré una flor, era de mañana temprano, todas las flores habían abierto generosamente sus pétalos, pero esta flor se negaba a hacerlo, le pregunté: ” ¿Por que no era como las demás flores?”

Rápido me contestó, que no quería hablar, que siguiera mi camino.

Me alejé un poco, para darle confianza, entonces le volví a preguntar. Acto seguido, me dijo que no era asunto mío.

Me alejé un poco mas, y a esa distancia, confesó, que tenía mucho temor y que a su vez rebeldía, una cólera, que venía a crecer de todos lados. Lo que si pude notar , es que había desarrollado muchas espinas, pero pensé como no va a ser si tiene una terrible actitud. Al parecer me entendía y me dijo; “Tu nunca vas a entenderme, solo has venido a juzgarme y a recriminarme”.

Se cerró más aún, pero lo hizo tanto, tanto que se hizo hasta daño.

Decidí alejarme, y paso el día, como era mi camino necesario,al día siguiente me volví a encontrar con la flor, pero se hallaba marchita, aun cerrada, y se le veia muy mal.

Le dije: “ Te puedo ayudar”

No- me gritó . No ves que me he enfermado, tu mucho me has molestado, nadie quiere mi bien y no soporto tampoco este sol que cada mañana me saluda, y ¿ que dices de las demás flores, somos tan diferentes?

Entonces, le dije:

- Pero necesitas un poco de luz ¿no crees que te estas haciendo daño?

Déjame – me dijo. Prefiero la rebeldía, que nadie me diga lo que tengo que hacer, a nadie le importa mi destino, mi camino.

Otra vez, le dije, otra vez me contestó. Pasó el próximo día , y aquella flor estaba tristemente caída, como muerta .¿Que ha pasado?- le dije.

Y con una voz débil me contestó:

– Al parecer tenías razón, necesitaba la luz del sol, pero como ves, ahora es demasiado tarde.

Entonces, alcance a decirle:

- No es tarde, déjame que te ayude. Un poco de agua, un poco de luz, capaz haga la diferencia.

Esta bien – me dijo.

Traje agua, aunque en verdad me pareció que era demasiado tarde . Al fin le deje, capaz un poco mejor.

Al día siguiente regresé, algo de sus pétalos había abierto, pero era demasiado tarde, la flor había muerto.

Me dije entonces: ¡Que soledad! ¡Que vacío! ¡Que necedad !

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